PSICOTERAPIA: MI ENFOQUE
Mi forma de entender la psicoterapia comienza con una primera sesión de comprensión y valoración del caso y la demanda y/o lo que la persona busca cambiar. En este momento es importante establecer una conexión, facilitar la comunicación, y buscar comprender. No es necesario que traigas las ideas claras ni ordenadas: es trabajo de la persona, con ayuda del psicólogo, facilitar que la información vaya emergiendo, se vaya ordenando y tome significado para la persona. De hecho, ya la primera sesión es terapéutica, porque se estimula a la persona mediante la pregunta a buscar definir y entender el problema que lo trae a consulta, es decir a busca el cambio.
La psicoterapia individual puede ser o no una cuestión clínica: hay personas cuyo foco son procesos clínicos relacionados con síntomas depresivos o ansiosos, como en las crisis de angustia, la agorafobia, el estrés postraumático, la distimia, la bulimia, la depresión mayor, la hipocondría, o los trastornos obsesivo-compulsivos; otras acuden motivadas por un proceso de crecimiento personal, de trabajo con la autoestima, duelos o cierres atascados, problemas de pareja, sexuales, etc. Yo trabajo desde diversas perspectivas complementarias, adaptándome al problema, a la solución, y a la persona. Creo que un profesional competente ha de tener recursos diversos y adaptarlos. Si tienes dudas específicas sobre si tu problema entra en mi ámbito, te sugiero contactarme previamente de forma confidencial, gratuita y sin compromiso alguno (via correo o teléfono) y aclarar tus dudas o si lo prefieres a través del formulario.
Desde ahí, vamos definiendo de manera conjunta el enfoque inicial más apropiado . En mi caso, entiendo que hay cuestiones y personas que se pueden ubicar mejor en una perspectiva cognitivo-conductual (que se centra en las relaciones más o menos explícitas entre percepción-emoción-conducta) pero siendo flexible e incorporando actualizaciones (mindfulness, estratégica); otras se benefician más de estar focalizadas en la emoción, en procesos más experienciales; y otras se benefician más de una visión humanista -que se centra más en los procesos/la conciencia y la identidad/la construcción de narrativas. No obstante, esta separación de tipos de terapia es en realidad algo difusa, y se tienden a solapar y sumar.
También valoramos conjuntamente el ritmo de sesiones, con flexibilidad (no sólo según el objetivo o el método, sino según disponibilidad, las circunstancias personales, la evolución); sí creo adecuado que cada persona plantee sus preferencias y pueda marcar su ritmo libremente (¡cómo no!). Hay quien acude dos visitas y quien lo hace veinte; la frecuencia quincenal es la que muchas personas prefieren, al menos en el grueso de la terapia. Eso sí, en terapia de pareja (que usa un modelo sistémico y experiencial) son sesiones más largas y algo más espaciadas (2-4 semanas).
Obviamente, se busca que el número de sesiones sea el menor posible, pero esa decisión es principalmente de quien recibe la ayuda.