Las emociones nos hablan

22.08.2013 21:11

 

Título: “Las emociones nos hablan”. 

El pensamiento impone el uso de la razón por encima de las emociones. Hemos sido educados para conducirnos “racionalmente”, siguiendo la premisa “pienso, luego existo”, y quitado importancia a la emoción y su expresión.

Culturalmente la expresión emocional  ha sido censurada, sobre todo aquellas emociones consideradas  como negativas, tales como la rabia, la tristeza, el dolor, o el miedo. Han sido asociadas a debilidad más que a un potencial y en consecuencia se tiende a negarlas, reprimirlas, camuflarlas o apaciguarlas.

Es común escuchar expresiones tales como: “Si te ven triste o llorando van a pensar que eres débil”, “no te enojes: van a pensar que eres un amargado (a)”, “no te rías tan fuerte: pareces vulgar cuando lo haces”, “contrólate, no llores…” “los hombres no lloran”, etc.

De modo que se tienden a amoldar la expresión emocional a los cánones socialmente aceptados, lo que puede implicar reprimir o negar determinadas emociones. Pero nos engañamos al pretender etiquetarlas como buenas o malas, positivas o negativas porque las emociones son expresiones naturales que expresan una realidad interna y/o una necesidad…

No podemos evitar las emociones de nuestra experiencias y  comportamientos porque son reacciones instintivas - impulsos o disposiciones - para actuar, ante situaciones y circunstancias diversas.

Las emociones nos facilitan la dirección que requerimos para actuar en cada situación, al facilitar la toma de conciencia de lo que nuestro organismo está experimentando. Nos dan una referencia de lo que nos sucede en un momento determinado, y la energía adecuada para actuar en cada situación.

Funcionan como signos que nos ayudan a prepararnos para responder a diferentes situaciones. Por ejemplo la rabia nos informa que alguien ha traspasado nuestros límites, el dolor nos dice que ha aparecido una herida, el miedo nos informa que necesitamos seguridad, el placer nos dice que nuestras necesidades están satisfechas, la tristeza nos recuerda el valor de lo perdido, la frustración nos comunica que tenemos necesidades no atendidas – objetivos no alcanzados -, la impotencia nos habla de la falta de potencial para el cambio, la confusión nos expresa que estamos procesando información contradictoria. Cada emoción tiene su propio mensaje e intensidad.

  1. Una forma neurótica de manejar nuestras emociones, el control.

 Equivocadamente al sentir una emoción que nos disgusta, como el miedo o enfado, queremos controlarla para que desaparezca, pero así sólo se intensifica en vez de ayudarla a madurar.

Aunque no seamos consciente de ello hay muchas maneras de controlar las emociones. Podemos racionalizarlas, reprimirlas, negarlas o simplemente tratar de desconectarlas, en el caso de que nos resulten demasiado amenazantes. Pero este esfuerzo por controlar las emociones provoca insanidad emocional, la pérdida del contacto con el sí mismo y la falta de genuinidad.

Negar o reprimir emociones como el miedo, la tristeza o la rabia, no impedirá que aparezcan aunque nos esforcemos por controlarlas. Seguirán apareciendo aunque manifestándose como rigidez corporal, insomnio, adicciones, falta de espontaneidad, irrupción descontrolada de los rasgos y sentimientos controlados, compulsividad en algunas acciones, degradación funcional de nuestra comunicación (percepción – sentimiento – expresión).

La emoción es energía y busca expresarse. La energía, por principio físico, no se destruye sino que se transforma. Igual sucede con la emoción cuando la reprimimos evitando que tome forma de llanto, palabra, risa, etc..., transformándose en enfermedades como gastritis, problemas digestivos, problemas cardiovasculares, cáncer, entre otras enfermedades; o en neurosis como culpa, depresión, ansiedad, etc.

Las emociones que no expresas, enfrentes y resuelvas, terminan por manifestarse en alguna parte del cuerpo. Conocido y debatido es el enfoque de las enfermedades psicosomáticas según el cual los trastornos físicos psicogénicos son causados por sentimientos reprimidos.

Controlar las emociones es una experiencia ilusoria, con logros engañosos ya que detrás de un aparente control se mantiene un equilibrio precario. A pesar de la  modulación de voz, posturas corporales, mirada artificial y gestos faciales encubridores tarde o temprano las emociones reprimidas emergen por las necesidades que pugnan por salir. Las emociones que mantenemos reprimidas terminan por escaparse de la mente inconsciente.

  1. Una forma sana de gestión de las emociones, la expresión.

La clave para lograr efectividad en el manejo de la emoción es permitir que fluyan, lo que no significa que si estas enojado (a) con tu cónyuge des rienda suelta a tu ira y le agredas, o traspases sus límites y derechos, sino más bien dejar que tu emoción te informe que está pasando contigo, para luego decidir cómo atenderla de la manera más segura y productiva. La idea consiste en ver la emoción como una fuerza que busca expresar una necesidad y usar dicha fuerza para el relajamiento, creatividad, satisfacción y poder personal.

Para que comprendas mejor lo que quiero decir con usar la fuerza te sugiero la metáfora de la "presa hidroeléctrica" que permite que te imagines como el agua fluye pero a la vez es canalizada para fines productivos.

Bibliografía:

  1. Goleman Daniel, La Inteligencia Emocional, Javier Vergara Editor, 1996.
  2. Shapiro Deb, Cuéntame tus males y te diré cómo sanarlos, Robin Book, 2011.
  3. Levy Norberto, Sabiduría emocional.
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