Insomnio

Aunque muchas personas expresan dificultad para quedarse dormidas, sólo se puede hablar de insomnio cuando el problema para iniciar o mantener el sueño se prolonga durante todo un mes o bien cuando se tiene la sensación de no haber experimentado un sueño reparador en todo ese tiempo. Además, esta dificultad debe tener repercusiones sobre la actividad laboral, sobre la vida social y/o sobre otras esferas de la actividad diaria del sujeto.

La dificultad para dormir o mantener el sueño por la noche no tiene que deberse a una enfermedad médica o dolores, y no es consecuencia de la toma de estimulantes (café, té, tabaco, refrescos, bebidas activadoras, etc.).

Las noches en las que la persona está desvelada aumenta el nivel de alerta fisiológica y psicológica: de modo que está tensa, con pensamientos negativos y preocupación por la falta de descanso. Esta situación suele provocar un círculo vicioso: cuanto más intenta dormirse, más frustrado y molesto se encuentra, y, en consecuencia, menos duerme, lo que vuelve a incrementar su tensión.

Como consecuencia, la cama y el momento de acostarse acaban convirtiéndose en un suplicio y la persona los asocia con sentimientos de frustración y malestar intenso. Es por ello que el individuo se duerme con más facilidad cuando no lo intenta (mientras ve la televisión, hojea el periódico, descansa un rato del trabajo, etc.).

Cuando el insomnio se cronifica provoca una disminución de la sensación de bienestar durante el día, y la persona advierte que está desmotivado o deprimido, que no es capaz de mantener la atención, que pierde memoria, que es incapaz de concentrarse o que no tiene energía.

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